CUANDO EL VIRUS LLEGA A TU VIDA
Por Juan Enrique Sánchez Galván
Es difícil no hablar del tema que está en boga: la pandemia.
Pero más difícil aún, es el hablar de eso, en primera persona. Quienes hemos vivido en carne propia lo peor de esa enfermedad, sabemos que, tanto físicamente, emocionalmente, económicamente, quebranta a la persona, a sus familias y a su círculo cercano.
Por principio de cuentas, el malestar indescriptible cuando se está contagiado. En los casos de gravedad, pero sin hospitalización, la sensación de estar a punto de morir, es permanente. Sin poder tomar más medicamentos que un cotidiano paracetamol, las fiebres, diarreas, dolores musculares, de cabeza, y todo el indeseable abanico de síntomas que presenta la enfermedad, todos juntos o algunos muy específicos, según le “pegue” a la persona, hacen de este proceso algo sumamente doloroso para el paciente, pero también para los suyos.
La angustia de ver a un familiar, a un amigo, aislado por el contagio, sin la posibilidad plena de poder estar cerca de él o ella para ayudar de alguna manera, aunado al poco (aún con los avances) conocimiento del virus, sus mutaciones, las variantes y toda la parafernalia que esta enfermedad conlleva, es, simplemente, inenarrable.
Ni que decir de aquellos que llegan a ser hospitalizados. El aislamiento es mayor, y con él, el sufrimiento de no saber si se saldrá o no del hospital. Acompañado solo de los médicos, enfermeras, y, muchas veces asistidos por máquinas, sin poder tener el mínimo contacto con los seres queridos, la espera, si es que se está consciente, es infernal.
Quienes logramos trascender esta etapa, y salir avante, con la ayuda de los médicos, personal de salud, y, sobre todo, de nuestros cercanos, nos enfrentamos, literalmente, a una vida nueva, diferente, debido a las secuelas que, a corto y largo plazo, deja el padecimiento.
A quienes pasamos por eso, nos queda la marca indeleble de la enfermedad. Llevamos tatuado en el alma, el dolor, la angustia, el miedo por recaer.
Los avances médicos, científicos y tecnológicos, al día de hoy son grandes, y han ayudado a salvar miles de vidas. Pero, la mejor manera de librar esta batalla, es con la vacunación, y la prevención.
Sigamos respetando las medidas sanitarias, o comencemos a respetarlas (según sea el caso), vacunémonos, en el entendido que la vacuna no nos da inmunidad, pero sí nos ayudará a que la enfermedad, si la adquirimos, será más leve, no será mortal, salvo algunos contados casos. Hagamos lo posible, lo necesario, por seguir vivos.
Con cariño para Adri, Chivis y JC, que se encuentran librando la batalla contra el bicho. Por acá los esperamos, no tarden por favor.