UNA CUESTIÓN PERSONAL

Por José Luis Mecatl

(1964)

KENZABURO OÉ

(Uchiko, 1935 – Tokio 2023)

A los nueve años, Oé perdió a su padre en un combate en la Guerra del Pacífico; un año después sucedió la tragedia de los bombardeos atómicos ocurridos en 1945 en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki; varios años después, realizó estudios en Letras Francesas en la Universidad de Tokio; en 1976 vivió unos cuantos meses en México, como profesor invitado de El Colegio de México; de esta visita, queda en la memoria su encuentro con Juan Rulfo, a quien sin haberlo identificado, le confiesa sobre Pedro Páramo, que “Esa obra debería estar en el centro mismo de la literatura latinoamericana”; en 1994, obtuvo el Nobel de Literatura; en diciembre de 1996, Kenzaburo volvió a México, ahora, para dictar algunas conferencias; Oé, ha sido identificado como el escritor del dolor, él mismo lo declara: “De pequeño, yo iba a pescar. Y me fijaba en el pez con el anzuelo clavado, que se movía mucho. Sufre horrores, pero en silencio: no grita. El niño que yo era pensaba: ¡cuánto dolor inexpresado! Ese fue el primer estímulo que me llevó a ser escritor, porque pensé que los niños tampoco podíamos hacernos entender bien. Me hice escritor para reflejar el dolor de un pez. Y hoy me siento, sobre todo, un profesional de la expresión del dolor humano, al que persigo mostrar con la mayor precisión posible”; esto en gran medida tiene que ver, también, con el nacimiento, en 1963, de su primogénito, Hikari (“Luz” en japonés), quien presentó al nacer una grave discapacidad, una anomalía cerebral, hecho que marcó al autor de tal manera que habrá de estar presente de manera evidente en su obra posterior; Kenzaburo Oé murió el 3 de marzo de 2023, en la ciudad de Tokio, en su país natal.

Una cuestión personal, es en gran medida un texto autobiográfico en el que el protagonista, un joven profesor de inglés, apodado Bird, está a punto de ver nacer a su primer hijo, asunto que viene a complicar sus pospuestos planes de hacer un viaje a África; complicación que viene a sumarse al hecho de sentirse vivir aprisionado en su vida familiar: “… el viaje a África será imposible si cuando nazca el bebé me encierro en la jaula que significa una familia. (Desde que me casé he estado en la jaula, pero hasta ahora siempre me pareció que la puerta permanecía abierta, el bebé a punto de llegar bien podría cerrarla definitivamente)”

En medio de esa complejidad que ya le significaba a Bird sobrellevar su vida, recibe la terrible noticia de que su hijo nació con lo que los médicos deciden llamar una hernia cerebral, su aspecto, le dicen, es como si tuviera dos cabezas: “Un bebé feo, de cara apretada, colorada, llena de arrugas y residuos de grasa. Tenía los ojos completamente cerrados, como las conchas de bivalvo, y unos tubos de goma penetrando por las fosas nasales; la boca permanecía abierta en un grito mudo, y podía verse la mucosa interior, color perla rosáceo… no había manera de ocultar que allí había algo anormal.”

La esposa, postrada en su cama de hospital, reponiéndose de los dolores del parto, no se llega a enterar de la situación en la que ha nació su pequeño hijo; asunto que le es ocultado de común acuerdo entre Bird y la abuela materna del niño; ante el horror, la esperanza de Bird es que el pequeño muera; incluso cuenta con el apoyo de uno de los médicos quien habría decido disminuir la calidad de la alimentación para disminuir su fortaleza y llevarlo lentamente a la muerte; en el proceso que le lleva enfrentar ese doloroso trance, se reencuentra con Himiko, una antigua compañera de estudios con quien en esa época tuvo un encuentro sexual poco afortunado; no obstante, el reencuentro les significa recomponer la relación antes frustrada y ubica en ella la fortaleza que necesita para seguir adelante con sus planes; incluida la posibilidad de retomar el viejo proyecto de visitar África, ahora con la compañía de Himiko.

Sin embargo, el bebé, lejos de debilitarse, muestra una gran fortaleza y una enorme obstinación en sobrevivir, presentándose, entonces, la posibilidad de ser sometido a un cirugía que podría mantenerlo con vida, aunque con una calidad de vida incierta; lleno de miedo, Bird encuentra refugio intermitentemente en el lecho de Himiko y en el consumo de alcohol del que no ha podido sustraerse totalmente, corriendo el riesgo de caer nuevamente, como aquellas cuatro semanas seguidas que permaneció borracho durante el verano en que se llevó a cabo su boda. “Y de pronto sintió crecer en su interior una pregunta de extrema bajeza, una especie de neblina negra que había nacido cuando se enteró de que el bebé seguía vivo: ¿Qué significaría para nosotros, mi esposa y yo, pasar el resto de nuestras vidas prisioneros de un ser casi vegetal, de un bebé monstruoso? Tengo que… librarme de él. Además, ¿qué ocurriría con mi viaje a África? “

Ante lo delicado de la situación, Bird toma una terrible decisión y, apoyado siempre por Himiko, decide acabar de una vez por todas con ese tema que amenaza con destruir su vida, asunto que le impediría, además, seguir adelante con sus anhelados proyectos.

¿Te imaginas cuál puede ser la decisión que tomará nuestro agobiado personaje?

¿Puedes adivinar el desenlace de la historia?

¿Quieres saber de qué va esta intrigante novela?

Pues entonces, ¡te invito a leer!

P.D. Kenzaburó Oé y su esposa, Itami Yukari, tuvieron un bebé que al nacer fue diagnosticado con hidrocefalia y autismo; gracias a los cuidados de su padres y la atención médica recibida, Hikari Oé sobrevivió y a la postre se convirtió en compositor.

José Luis Mecatl Morales

6 de abril de 2023