LAS MUJERES DE LA TORMENTA

Por José Luis Mecatl Morales

(2012)

CELIA DEL PALACIO

(Ciudad de México, 1960)

México, nuestro país, está repleto de mitos, tradiciones, leyendas, etc.; basta levantar una piedra y seguro que “algo” habrá que permita reconstruir una historia, muchas historias. En esa enorme multiplicidad de posibilidades narrativas, resultan recurrentes las referencias a las “brujas”, las “hechiceras”, los “chamanes”, especialmente las que tienen como zona de acción el estado de Veracruz, lugar destacado lo ocupa Catemaco, lugar de magos, curanderos y adivinos.

Es ampliamente reconocida que la gran riqueza cultural de la que hoy es heredera esa región, se debe a la fusión de tradiciones, costumbres y creencias que surgieron a raíz de la sucesiva oleada de población traída por los españoles de diversas regiones del continente africano, para trabajar como esclavos en sus haciendas y plantaciones, dando pie al surgimiento de esa pluralidad multiétnica que actualmente caracteriza a la nación mexicana.

Entre muchas, es celebre la muy difundida leyenda de la “Mulata de Córdoba”, quien, se dice, se trataba de una bella mujer llamada Soledad, de sangre negra y española, que habiendo sido acusada de brujería, fue encerrada en el también afamado, fuerte de San Juan de Ulúa, en Veracruz, una construcción inexpugnable de la que era prácticamente imposible escapar; sin embargo, La Mulata lo logró, saltando a un barco que había dibujado en la pared con un carbón y desapareciendo en la inmensidad del mar; nunca más se le volvió a ver.

Ese poder le fue heredado a Soledad por otras mujeres, iniciándose la cadena con Mwezi, una joven africana, proveniente de las costas de Guinea, quien llegó como esclava al Puerto de Veracruz en 1552; después de un trágico suceso del cual fue la principal protagonista, inició un legado de poder sobrenatural y del instrumento a través del que sus sucesivas herederas habrán de hacerlo efectivo: “… un puñal de acero damasquino de hoja de doble filo encorvado en forma de S, de los llamados Kamjar, usados por los moros;  tenía un ser fantástico grabado en el mango: cabeza de águila con cuerpo de león, al cual rodeaban dos serpientes enlazadas.”

El relato inicia a principios de la época colonial y recorre la historia durante casi cinco siglos, a través de los cuales seis mujeres se ven expuestas a violencia tras ser acusadas de brujas y hechiceras; mujeres que se van heredando una a otra el poder y el instrumento que les permite hacerlo efectivo; mujeres que sin importar si lo buscan o no, son depositarias, en su momento, de la magia que les permite sobreponerse, de una manera u otra, a las presiones que son sometidas.

Esta sucesión de poderes llega hasta nuestros días, a Lilia, joven y exitosa profesionista, formada en la mejor tradición de la cultura occidental moderna, en cuya racionalidad resulta sumamente complejo entender la lógica y aceptar la responsabilidad que implican el conocimiento y las consecuencias que pueden ocasionar su ejercicio; donde, por demás, no hay mayor espacio para el libre albedrio, porque, como lo trasmiten una mujer a otra: “El destino no se escoge y tú no has escogido el tuyo. Todos los actos de tu vida te trajeron hasta el día de hoy. Y estás aquí porque hay una razón, aunque ni tu ni yo la entendamos: Fuerzas más grandes que las tuyas y las mías te tienen hoy aquí conmigo. Y esto que vamos a empezar juntas tú y yo no es una venganza nada más. Esta gente rompió el equilibrio, perturbó el orden sagrado; y, aunque muchos otros lo han hecho también, antes y después, hay fuerzas que quieren que este orden sea reestablecido y que a ti en particular se te restituya. Nosotros somos sólo instrumentos.”

Muy interesante, ameno relato, en el que de pronto aparecen personajes de gran importancia histórica como el polémico Antonio López de Santa Ana (1794-1876), seis veces presidente de México; o el afamado pirata Lorencillo, invasor del Puerto de Veracruz, quienes se ven involucrados con heroínas de la novela, y que resulta ser, como hemos anotado, una historia sobre hechiceras, sobre sus propias tragedias y cómo su control de fuerzas sobrenaturales les permiten superar sus penurias, pero también es un relato mediante el que Celia Del Palacio, recupera y vuelve a hacer visibles a las muchas mujeres, niñas, adolescente, adultas, que a través del tiempo y, pero aún, evidentemente en nuestro días, que son objeto de ultrajes, violencia, humillaciones, muchas veces por personas de sus propias familias, situación más allá de la lógica de lo que debiera ser la comprensión y el comportamiento humano.

José Luis Mecatl Morales

9 de enero, de 2022