El INVIERNO APENAS COMIENZA
Por José Luis Mecatl
(2005)
ANDRÉS DE LUNA
(Tampico, 1955)
Andrés de luna, el autor de El invierno apenas comienza, realizó estudios en la UNAM y ha sido colaborador en diversos medios de comunicación; profesor universitario, con obra muy diversa, se ha ocupado de temas de cine, arte y diseño, entre las que se cuentan ensayos, cuentos, crónicas y novelas.
________________________________________________________________
Las primeras referencias que tuve del autor fueron ya hace algunos ayeres; en algún momento me topé con alguna de sus columnas en algún diario, si no recuerdo mal; lo que tengo muy presente es que en esas columnas se ocupaba de temas eróticos, desde entonces, me parecía, tratados de manera muy inteligente. Después de muchos años de haberle perdido la pista, venturosamente me encontré con El invierno apenas comienza, una historia narrada por su propio protagonista, quien nos permite acompañarlo en su visita a un castillo situado en el pueblo de Dun; visita obligada por la muerte accidental de sus tíos quienes le han dejado el castillo como herencia; regresa así, al lugar donde desde su infancia y hasta la adolescencia encontró al escenario de sus descubrimientos más personales, desde la amistad, hasta el despertar de los deseos sexuales.
El narrador, docente universitario y curador de arte, debe permanecer una temporada en Dun para arreglar la situación de su recién heredada propiedad, lo que lo lleva a establecer vínculos con personajes de la localidad y que, en sus vivencias, lo llevarán a situarse en una especie de frenético tobogán emocional en el que sobrevivir se convertirá, quizá, en su más importante objetivo.
Tres mujeres marcarán su estancia en Dun, llevándolo por situaciones contrastantes y, por lo mismo, relevantes, en la sinuosidad de su experiencia en Dun: Celeste, joven universitaria, que el narrador califica como arrogante, habituada a pisar los terrenos de las consideraciones intelectuales, compañía intermitente que le ofrece la posibilidad de un refugio de experiencia sosegada. Rada, quien lo conduce por los placeres de la orgía y que, como él mismo lo reconoce, se convierte en su maestra y con quien aprende que se ha puesto en la mentalidad de los cófrades del sexo que hay que protegerse y que aún en estas sesiones multitudinarias es necesaria la lucidez. Pocos se embriagan, pues el que lo hace pierde y se expone a la marginalidad o al desdén de los convidados al festín. Y Claudette, quien resulta ser la representación de una figura maligna, de quien habrá de librarse si pretende la sobrevivencia: Claudette es mendaz. Usa los artificios de su belleza para atrapar incautos. Mi historia ya la ha escrito antes con otros semejantes a mí. Atrapa con la miel de su labia y luego manda a todos al botadero.
La relación con cada una de estas jóvenes mujeres, definirá las circunstancias del narrador de manera diferente; el final, entonces, está aún por contarse y, sin duda, caerá en el terreno de lo inesperado.
¡Atrévete a llegar al final de la historia!
¡Te invito a leer!
José Luis Mecatl Morales
18 de septiembre, de 2022