“EL FIN DE LA LOCURA”
Por José Luis Mecatl Morales
(2003)
JORGE VOLPI
(MÉXICO, D.F. 1968)
Durante los meses de mayo y junio de 1968 se suscitó en Francia un gran movimiento social con un fuerte ímpetu estudiantil, en protesta contra la sociedad de consumo, el capitalismo, el autoritarismo, poniendo en cuestionamiento incluso al prestigiado sistema educativo de ese país y cuestionando muy fuertemente a importantes intelectuales y académicos de reconocido prestigio quienes identificados ideológicamente con movimientos de izquierda y especialmente con el marxismo, fueron acusados de permanecer en sus torres de cristal al no participar activamente en las protestas y no asumir compromisos congruentes con lo que postulaban en sus obras.
Las historias que se entrecruzan en la narración que nos ofrece el autor en El fin de la locura, inician con ese telón de fondo teniendo como personaje principal a Aníbal Quevedo, un psicoanalista mexicano que de manera un tanto accidental se ve involucrado en dicho movimiento y quien en virtud de su formación e intereses académicos y personales se encuentra con la oportunidad de relacionarse con grandes figuras de la academia francesa con un gran renombre internacional: Jacques Lacan (psicoanalista, seguidor de Freud); Louis Althusser (filósofo marxista); Michel Foucault (filosofo e historiador); Roland Barthes (filósofo, semiólogo), por solo mencionar algunos; al tiempo que se vincula con grupos radicales que lo llevarán a participar en hechos violentos; más tarde, a visitar Cuba de Fidel Castro, quien se convertirá en su paciente, y Chile con Salvador Allende, primer presidente socialista elegido democráticamente en el Continente Americano; recorrido político que al paso de los años se prolonga hasta la caída del Muro de Berlín en 1989, evento que marcaría en lo político y social, el punto culminante de la crisis del socialismo y en lo académico la crisis del marxismo y de las ciencias sociales en general.
De tal manera, la novela nos va descubriendo los altibajos de la participación activa de Aníbal Quevedo en ese proceso histórico, entregándonos así una especie de novela intelectual, si se me permite llamarla de esa manera, mezclada con una gran dosis de thriller, que en su devenir devuelve a nuestro personaje a tierras mexicanas durante el período de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), donde se esforzará en impulsar aún más su compromiso con el pensamiento de izquierda con base en el impulso obtenido de su experiencia francesa.
Poco más de dos décadas de intensa participación política e intelectual que lo arrastran en un frenesí reiteradamente caótico, en el que se suceden importantes encuentros, coincidencias, pero también grandes desilusiones, traiciones, que a la postre lo harán despertar de ese sueño salvaje, utópico, cediendo al final a la fuerza del poder que lo atrapa inerme, aislado aún de sus más cercanos.
Prácticamente al final del escrito, el autor culmina con la siguiente frase que resulta lapidaria para los movimientos de izquierda que marcaron en gran medida la vida política del mundo occidental del siglo pasado y que resume en gran medida la caída de Aníbal Quijano:
“La historia de este siglo es la historia de una gigantesca decepción. Su ruina representa el ansiado fin de la locura. Después de incontables esfuerzos, se ha podido comprobar que, como muchos de nosotros habíamos advertido, la revolución fue un fiasco. Detrás de sus buenos deseos, su ansia de mejorar el mundo y su pasión por la utopía, siempre se oculta una tentación totalitaria. Siempre. Cada vez que la izquierda se aproximó al poder, fuese por vías democráticas o revolucionarias, demostró su incapacidad para gobernar, sus taras ideológicas y su tendencia hacia la corrupción. Acaso la derecha no sea mejor –de hecho es mucho peor–, pero al menos no intenta engatusarnos con sus baños de pureza”
Te invito a leer.
José Luis Mecatl Morales
27 de marzo, de 2022