DE CHICA QUERÍA SER PUTA

Por José Luis Mecatl Morales

(2007)

ELENA SEVILLA

(Hidalgo)

En un afán explícitamente provocador, la también autora de títulos como “El silencio de las amantes”, “Yo zorra, tú niña bien”, y “En un hotel de paso”, en “De chica quería ser puta”, Elena Sevilla logra su propósito inicial, atraer al lector potencial, “jalarlo” hacia el libro.  

Una vez en el texto, a través de la mirada de la protagonista, se van descubriendo las vidas de las vecinas que ocupan los departamentos de un edificio en Coyoacán; la centralidad del argumento lo ocupa el punto de vista femenino, a través del que se nos van revelando las aspiraciones, los sueños, los miedos, las desgracias,… de ser mujer. Enfrentadas con su devenir  a lo largo de la historia, con una prosa muy cotidiana, nos presenta las peripecias que deben sobrellevar cotidianamente mujeres ubicadas, cada una, en diversas etapas de la vida, en el afán de ir construyendo su feminidad, casi invariablemente en oposición a los hombres pero, muy frecuentemente también, a pesar de otras mujeres. 

La abogada exitosa, la ama de casa felizmente casada, la solterona que busca parejas a través de las redes sociales, la adolescente desorientada, aun la joven protagonista en proceso de superación de una situación de precariedad, buscando acomodo en la clase media,  y otras más, todas ellas, van pasando ante nuestros ojos, viviendo un conjunto de experiencias, resultado de nuestra herencia cultural; supeditando su vida a la relaciones que puedan establecer con los hombres; relaciones en las que, como puede preverse llevarán las de perder, las circunstancias les son adversas y poco podrán hacer en contra de ello. Porque como dice la autora ya cerca del final de la novela: “Todas las mujeres somos diferentes, pero tan parecidas a la vez. Nos hermana el género, la frustración, el desamor, la auto devaluación.”

Como literatura, lo anteriormente descrito nos deja un mal sabor de boca, pero más aún porque las historias que nos presentan en el texto están basadas en seres de carne y hueso, en personas reales; lo que nos lleva a reflexionar acerca de lo que hoy, todavía, está sucediendo con nuestras mujeres, que son nuestras hijas, esposas, madres, amigas, etc., pero más preocupante aún porque esto existe en nuestra realidad, en torno nuestro, y lo estamos dejando pasar. En esto consiste, desde mi punto de vista, la mayor virtud de esta novela; aunque se lee muy ágilmente, al final produce una especie de angustia, desasosiego; la inquietud que despierta al final de su lectura merecería una actitud más proactiva por parte de todos y cada uno en favor de ellas, de nuestras mujeres y digo nuestras como dijera el fallecido Alberto Cortez en una hermosa composición “… porque lo que amamos lo consideramos nuestra propiedad…” 

19 de diciembre, de 2021