CARNE DE DIOS
Por José Luis Mecatl Morales
(2015)
HOMERO ARIDJIS
(CONTEPEC, MICHOACÁN, 1940)
María Sabina Magdalena García (Huautla de Jiménez, Oaxaca, 22 de julio de 1894 – 23 de noviembre de 1985), María Sabina, fue una indígena mazateca quien adquirió el conocimiento ancestral de su cultura a través del aprendizaje familiar. Curandera, poeta, hechizera, Chamana (guía espiritual), inició el consumo de hongos mágicos (“la carne de Dios”, los “niños santos”), siendo una niña, casi por accidente, por hambre. Poco a poco iría adquiriendo el conocimiento y la maestría que la harían célebre, en gran medida debido a la difusión que hizo de ella el micólogo aficionado, el norteamericano Robert Gordon Wasson.
Eran los años del hippismo, de la época en que la juventud buscaba frenéticamente los caminos hacia la espiritualidad a través de las drogas, la mariguana, el LSD, y en donde la enorme difusión que de pronto adquirió la posibilidad de acceder a los hongos alucinógenos (los “hongos sagrados”) situó a Huautla y especialmente a María Sabina en el medio de una dinámica que los arrolló. De la noche a la mañana fueron literalmente invadidos por toda clase de personajes con intereses muy diversos en torno a María Sabina. Científicos, investigadores, artistas, pero sobre todo aventureros que buscaban acercarse a la chamana para poder tener la experiencia de acceder a los viajes alucinantes que les proporcionaría el consumo de los hongos, guiados por la sabiduría de María Sabina.
Cuenta la leyenda que entre los visitantes más celebres se encontraba John Lennon, no hay evidencia firme acerca de esta visita; pero si de algunos de los integrantes de la Generación Beat, movimiento literario en Estados Unidos, de los cincuenta-sesenta del siglo pasado, precursores en gran medida del movimiento hippie; así se registra la visita de Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William S. Burroughs y muchos otros personajes, incluida la de Juan Rulfo, entonces vendedor de llantas usadas para la fabricación de huaraches. En la mayoría de los casos en la búsqueda del consumo de los hongos, para lo que hoy llamaríamos uso lúdico, “en la búsqueda de la espiritualidad” en el mejor de los casos, o como lo diría uno de los personajes: “… yo quiero que [María Sabina] me enseñe a ver el mundo como es por dentro y por fuera, quiero enseñarme a visionar la vida.”
Para María Sabina la historia era muy distinta, todo en su entorno se encontraba pleno de significados, al aire, las plantas, los cerros, los animales,…, todo tenía una identificación con la divinidad: “… María Sabina miraba el paso el aire, del Espíritu Santo, recorrer invisible la sierra, pues, como sus ancestros mazatecos ella sentía devoción por los espíritus y los seres sobrenaturales, los dueños de las cuevas, los cerros, los manantiales y los ríos, creyendo que las deidades antiguas se figuraban en las nubes y el paisaje.” El consumo de los Niños Santos era totalmente espiritual, algo que no se resolvía “con un viaje.”
María Sabina, la mujer sabia, vivió siempre en pobreza, que no en la miseria, “… porque miserable nunca fui.” Igual, murió pobre, no cobraba por sus servicios, sólo recibía lo que los visitantes querían darle, y al final de su vida también se dio cuenta que se aprovecharon de ella y de sus conocimientos, se hicieron publicaciones con su voz, fotografías, investigaciones, pero sobre todo convirtieron la “Carne de Dios” en un juego.
Personaje fascinante, heredera de la cultura mágica de sus antepasados, María Sabina, la chamana, nos es mostrada por Homero Aridjis (poeta, novelista, activista ambiental y diplomático mexicano) en un relato que tiene mucho de antropológico, literario, en un relato mágico que mucho nos enseña del personaje, del ambiente cultural de la época, pero sobre de esa riqueza cultural ancestral de la cual María Sabina supo ser una de las últimas mujeres sabias.