Hezbollah contra Israel, la Guerra que se avecina
Por Omar Sánchez
En el complicado escenario de Medio Oriente, una nueva tragedia ha estremecido la región. El número dos de la oficina política de Hamás, Saleh al-Arouri, fue confirmado muerto en un devastador ataque con dron israelí, en las afueras de Beirut. Este suceso ha desencadenado una serie de eventos que podrían llevar a una peligrosa escalada en la ya de por si volátil relación entre Israel y sus adversarios regionales. El bombardeo, que tuvo como blanco una oficina del grupo islamista palestino Hamás, ha sido catalogado por la organización como un «acto terrorista». Israel, por su parte, se ha defendido afirmando estar preparado para «todos los escenarios». El primer ministro libanés, Najib Mikati, no tardó en anunciar su intención de elevar una queja «urgente» ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), añadiendo una nueva capa de tensión a dicha situación.
El grupo chiíta libanés Hezbolá, respaldado por Irán y aliado de Hamás en Líbano, no tardó en responder a la tragedia. Aseguraron que la muerte de Al-Arouri no quedaría «sin respuesta ni castigo». Estas palabras resonaron como un eco de posibles represalias, elevando aún más las preocupaciones sobre una escalada del conflicto. El ataque con dron provocó una explosión en un edificio en el suburbio de Musharafieh, resultando en la pérdida de seis vidas, incluida la de Al-Arouri. La reacción internacional no se hizo esperar. Hamás condenó el acto como una violación de su soberanía y una muestra de la hostilidad constante de Israel. Ismail Haniya, líder de Hamás, lamentó la muerte de otros dos militantes, Samir Findi Abu Amer y Azzam Al-Aqraa Abu Ammar, líderes de las Brigadas Al Qassam, brazo armado de Hamás.
El incidente ha desencadenado protestas en Cisjordania, lugar de origen de Al-Arouri, con miles de manifestantes expresando su repudio hacia Israel. Este último había amenazado al líder palestino, incluso antes de los ataques del 7 de octubre, que desencadenaron los enfrentamientos entre Israel y Hamás, devastando gran parte de Gaza. Saleh al-Arouri, de 57 años, era el vicepresidente de la oficina política de Hamás y estaba a cargo de las operaciones en la Ribera Occidental. Fundador del brazo militar de Hamás, las Brigadas Izzedin Al Qassam, fue deportado de Israel en 2010. Tanto Tel Aviv como Washington lo acusaban de financiar y dirigir operaciones militares de Hamás en la Cisjordania ocupada. Estados Unidos llegó a ofrecer una recompensa de cinco millones de dólares por información que condujera a su ubicación.
La respuesta internacional fue variada. El secretario general de la ONU, António Guterres, calificó los hechos como «muy preocupantes», validando las advertencias previas sobre los riesgos de una expansión regional del conflicto. Israel, por su parte, a través de su vocero Daniel Hagari, afirmó que las fuerzas armadas están enfocadas en su objetivo de vencer a Hamás. Mark Regev, consejero del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, no reivindicó directamente la ofensiva, pero subrayó que «quien quiera que lo haya hecho, una cosa debe quedar clara: que no fue un ataque contra el Estado libanés». Sin embargo, la afirmación de Hamás sobre la naturaleza terrorista del ataque ha llevado a un aumento en las tensiones, no solo entre Israel y Hamás, sino también entre Israel y Hezbolá en Líbano.
El episodio podría representar una escalada del conflicto entre Israel y Hezbolá. Hassan Nasrallah, líder de Hezbolá, ha anunciado violentas respuestas ante cualquier acción israelí dirigida contra líderes palestinos en territorio libanés. La retórica beligerante de ambas partes alimenta el temor de un conflicto más amplio en la región. El líder de Hezbolá se pronunció a través de su canal en Telegram, calificando el acto como un «desarrollo peligroso» que no quedará «sin respuesta ni castigo». Añadió que los ejes de resistencia tienen «el dedo en el gatillo» para una escalada contra Israel. Estas declaraciones generaron preocupaciones adicionales sobre el potencial de un conflicto más amplio en una región ya marcada por décadas de tensiones.
La escalada de tensiones también ha llevado a Hezbollah a lanzar 62 cohetes contra una base de vigilancia aérea israelí en el monte Merón, con impactos directos según sus afirmaciones. El ejército israelí respondió declarando que se lanzaron alrededor de 40 cohetes hacia Merón, sin causar víctimas en Israel. Este intercambio de fuego ha elevado aún más las preocupaciones sobre la posibilidad de una guerra a gran escala en la región. Ante el riesgo de una intensificación del conflicto, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha iniciado una gira diplomática por Oriente Medio, su cuarta desde que estalló la guerra entre Israel y Hamás hace tres meses. La primera parada fue en Turquía, un país que se cree puede ejercer influencia sobre Irán y sus aliados, buscando calmar los temores de un enfrentamiento regional. Las tensiones en la región se han intensificado en los últimos días, con incidentes en el mar Rojo, Líbano, Irak e Irán.
En medio de esta crisis, Washington ha instado a Israel a contener la escalada. Informes de la Agencia de Inteligencia de Defensa estadounidense sugieren que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) tendrían pocas posibilidades de éxito en un conflicto a gran escala con Líbano. Esta evaluación ha generado preocupaciones adicionales sobre las posibles consecuencias humanitarias y la evacuación masiva que podría resultar de un conflicto de esa magnitud.
Hezbollah, considerado un viejo enemigo de Estados Unidos, cuenta con milicias bien entrenadas y decenas de miles de misiles y cohetes. Su capacidad para atacar en lo profundo del territorio israelí, alcanzando objetivos sensibles como plantas petroquímicas y reactores nucleares, añade una capa adicional de complejidad a la situación. Irán, por su parte, tiene la capacidad de activar milicias delegadas en toda la región, lo que agrava aún más las preocupaciones sobre una escalada a gran escala. Joe Biden, presidente de Estados Unidos, ha intensificado los esfuerzos diplomáticos para disuadir a Israel de un ataque a Hezbollah. Se han revelado conversaciones privadas donde Washington advierte a Israel sobre las posibles consecuencias de una escalada del conflicto con Líbano. La incertidumbre y el miedo a un conflicto a gran escala han llevado al presidente Biden a tomar medidas activas, volando a Tel Aviv para abordar la situación menos de dos semanas después del ataque de Hamas.
El conflicto entre Israel y Líbano en 2006, con Hezbollah en el centro, dejó cicatrices profundas y una elevada cifra de víctimas. La preocupación ahora es que un nuevo enfrentamiento pueda superar el derramamiento de sangre de esa época, dada la capacidad actual de Hezbollah para infligir daño con su arsenal de armamento de precisión y largo alcance. El Instituto de Oriente Medio, con sede en Washington, advierte que el número de víctimas en el Líbano podría oscilar entre 300,000 y medio millón de personas en caso de un conflicto a gran escala. Este escenario también desencadenaría una evacuación masiva en el norte de Israel. El temor a un derramamiento de sangre y a las consecuencias humanitarias ha llevado a la comunidad internacional a observar con cautela y a buscar soluciones diplomáticas. Hezbollah, con su capacidad bélica actual, puede atacar en lo profundo del territorio israelí, alcanzando objetivos estratégicos. Irán, por su parte, puede ejercer su influencia a través de sus milicias delegadas en toda la región. Estados Unidos, consciente de los riesgos, está trabajando activamente para evitar una escalada aún mayor y para proteger la estabilidad de la región. En este momento crítico, la diplomacia se erige como la clave para prevenir una catástrofe humanitaria. La comunidad internacional está presionando por el diálogo y la negociación. La historia de Medio Oriente está marcada por conflictos persistentes, pero la esperanza es que, esta vez, la diplomacia prevalezca sobre la violencia, evitando así un desastre de proporciones inimaginables en la región