Acapulco y la destrucción causada por el huracán Otis
Por Omar Sánchez
El año 2023 ha sido testigo de uno de los desastres naturales más impactantes en la costa del Pacífico mexicano, y especialmente en Acapulco, Guerrero, una ciudad que alberga a más de 852,000 habitantes y que se encontraba en la trayectoria directa de la tormenta. El huracán Otis, de rápido crecimiento y cambio repentino de categoría, ha dejado una estela de destrucción que ha conmocionado a todo el país y al mundo entero. El contexto en el que se desencadenó esta catástrofe no podría haber sido más desafiante: la ciudad de Acapulco, la más grande en el estado de Guerrero, se encontraba en medio de una convención internacional de la industria minera cuando la tormenta se hizo presente. Además, numerosos turistas llenaban los hoteles de la ciudad, lo que agudizó la preocupación de las autoridades por la seguridad de los residentes y visitantes. Las imágenes captadas durante y después del paso de Otis, mostraban una escena desoladora: habitaciones de hotel destrozadas, puertas arrancadas de sus bisagras y muebles esparcidos por las calles de la ciudad.
La noche en que el huracán azotó Acapulco, los turistas, aterrados, se refugiaron en sus hoteles, mientras los vientos derrumbaban techos y rompían ventanas. La magnitud de la destrucción era impactante, ya que aproximadamente el 80% de los hoteles de la ciudad sufrió daños por la tormenta. La infraestructura también se vio gravemente afectada, con árboles arrancados del suelo y postes de servicios públicos derribados, dejando a Acapulco sin electricidad, comunicaciones ni agua. Las playas, una vez llenas de turistas de todo el mundo, se transformaron en montañas de escombros, y muchas calles se convirtieron en ríos de lodo. La necesidad de evacuar a más de 200 pacientes de los hospitales dañados, agravó aún más la situación, y la Secretaria Nacional de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, se vio forzada a coordinar esfuerzos para garantizar la seguridad de los afectados. Las consecuencias del huracán no se limitaron a la ciudad misma. En las afueras de Acapulco, los residentes lucharon por transportar artículos de primera necesidad por calles llenas de lodo, incluso con vehículos dañados. La solidaridad de la comunidad se hizo evidente cuando personas empapadas en sudor caminaban por las calles sosteniendo botellas de agua y cuando empleados de la Secretaría de Salud de Guerrero se esforzaban por llevar medicinas a los niños necesitados.
La magnitud de la destrucción fue tal que algunas personas recurrieron al saqueo de productos en centros comerciales, tiendas y plazas de Acapulco. Este comportamiento deplorable se tradujo en la reventa de mercancía a precios exorbitantes, lo que agravó la difícil situación de quienes ya habían sufrido por el paso del huracán Otis. Algunos trabajadores del volante también se aprovecharon de la situación, cobrando tarifas mucho más altas de lo habitual. El gobierno mexicano no tardó en movilizarse para ayudar a Acapulco en su hora de necesidad. Se desplegaron más de 7,600 oficiales del ejército y la Fuerza Aérea Mexicana, así como más de 700 miembros de la Guardia Nacional. Equipos de búsqueda y rescate también se dirigieron a la zona, inspeccionando no solo Acapulco, sino también la región montañosa circundante, propensa a desprendimientos de tierra.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, visitó personalmente Acapulco para evaluar los daños y la magnitud de la tragedia. Se encontró con calles dañadas, socavones y carreteras rotas en varias partes. La comunidad se unió en momentos de crisis, ayudando a las personas afectadas y demostrando resiliencia en medio de la adversidad. El huracán Otis, que se intensificó de manera sorprendentemente rápida, tomó a todos por sorpresa. Los pronosticadores del tiempo y las autoridades mexicanas no anticiparon su inusual crecimiento, lo que llevó al presidente López Obrador a declarar que era un evento sin precedentes en el país en tiempos recientes. El impacto de este huracán no se limitó a la devastación física, sino que también tuvo implicaciones económicas y humanitarias. Los precios de productos básicos se dispararon, lo que afectó la capacidad de las personas para acceder a elementos esenciales como alimentos y agua. Chilpancingo, convertido en el principal centro de abasto para Acapulco, también experimentó aumentos de precios debido a la creciente demanda.
Un aspecto crítico que afectó la seguridad de la región fue el daño a la comunicación de 27 sensores del Sistema de Alerta Sísmica Mexicano, ubicados en las costas de Michoacán, Guerrero y Oaxaca. Esta falla dejó a las autoridades preocupadas, ya que la alerta sísmica no podría funcionar adecuadamente en caso de un sismo en la región, lo que aumentó los riesgos para la población. Sin embargo, en medio de la adversidad, hubo esfuerzos notables por parte de las autoridades y la comunidad para mitigar los impactos de Otis. Las brigadas de ingenieros del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (CIRES) trabajaron incansablemente para restaurar la comunicación con los sensores sísmicos dañados, logrando recuperar el 95% de estos sensores.
En cuanto a las víctimas humanas, la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, informó sobre la trágica pérdida de 43 personas, así como la desaparición de 36 individuos. La búsqueda de sobrevivientes y la identificación de las víctimas se convirtieron en una prioridad para las autoridades estatales, en coordinación con la Comisión Nacional y Estatal de Derechos Humanos y la Comisión Nacional de Búsqueda. A pesar de la magnitud de la devastación causada por el huracán Otis, el presidente López Obrador prometió que la actividad económica, turística y comercial de Acapulco se reactivaría pronto. Se dio a conocer que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ya había restablecido miles de postes de energía eléctrica y que se trabajaba en la electrificación de la ciudad, lo que permitiría reactivar servicios esenciales y distribuir combustible. Este desastre natural, atribuido a la intensificación rápida del huracán, dejó lecciones importantes. Reveló la necesidad de mejorar los sistemas de alerta y preparación para desastres en México, así como la importancia de la solidaridad de la sociedad mexicana en momentos de crisis. El huracán Otis dejó una imagen impactante de la vulnerabilidad de las poblaciones costeras frente a la furia de la naturaleza y subrayó la necesidad continua de invertir en preparación y respuesta a desastres naturales.
Otis y la devastación en Acapulco, Guerrero, son un recordatorio de la importancia de la preparación y la solidaridad en tiempos de crisis. La rápida intensificación del huracán tomó por sorpresa a las autoridades y a la población, lo que subraya la necesidad de mejorar la predicción y respuesta a desastres naturales. A pesar de la destrucción, la comunidad se unió para ayudar a los afectados y trabajar en la recuperación de la región. A medida que México se levanta de esta tragedia, es fundamental aprender de esta experiencia para fortalecer los planes de respuesta inmediata frente a futuros desastres.
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